Recuerdos de un Mayo querido. Los luceros nocturnos afloran las viñas mentales que se acobijan en mi lóbulo parietal, el contraste entre esas jóvenes estrellas buscando noche y las montañas andinas que protegen el poblado visten mis sentidos de admiración. Las noches son muy largas y el paisaje las aligera, me acobija la noche. Las frías calles, dispuestas para la soledad, calman mis afanes, la tenue luz de los pocos bombillos colorea el azul tan común en carmín, la luna llena que se alza entre árboles y casas marginadas alienta mis latidos, el sonido de la brisa postdiurna es la pieza que mis oídos reclaman. Las casas muertas aluden al sueño del petróleo, ya es una metáfora. Esta ciudad poco a poco ha entendido mi ser, ha hecho que me sienta contento de vivir en el ghetto. La contaminación lumínica a veces es entendible, el paisaje se adorna majestuosamente con los suburbios más lejanos, la ciudad toda es un paisaje. Admiración encuentro, tanta que me hace olvidar busc