Luego de interminables monólogos, de constantes luchas de ego, aquél narcisista hombre se calló, no lo pude escuchar. Aquellos debates entre dos ideales se callaron, quedé solo en lo que se sintió como una eternidad… Escuchar la guerra hacía que estuviera seguro, existía el equilibrio y el balance. Sin embargo, aún conservo ciertas pequeñas cosas de él. Ha pasado tiempo desde la última nota autobiográfica, y es por ello que hoy escribo, una carta para el ego, mi ego… o mi corazón. El pleno silencio es bueno, aunque he descubierto brechas de seguridad en la templanza programada. Perdón por tratarme a mí mismo como una roca, sin perturbación ni sentimientos; fue bueno al principio, pero hoy se hace presente el agotamiento y no pido que me entiendas, sólo que me escuches. La Roca, durmiendo sobre un volcán. Un día existió una roca muy particular, esa roca había desarrollado razón y, sin embargo, no entendía lo que estaba sucediendo a su alrededor, se hacía preguntas y no hallaba respuesta
—He estado pensando y reflexionando, hemos hablado en ocasiones acerca de unos temas interesantes, estaba recordando justo ahora cuando te decía que quería poder llegar a una individualidad más compleja, sin apegos ni lazos, no lo sé, me siento un tanto triste, no tengo muchas ganas de discutir hoy, creo que tantas ideas me hacen sentir confundido, pienso que el ser humano fue hecho para pensar, como te dije, una vida no vale la pena si no es para la reflexión, me gusta pensar y me gusta imaginar ideas que le den forma a mi vida, cómo has estado? —Teníamos tiempo sin hablar, ¿no es así? Quería llamar tu atención estos días, pero preferí no hacerlo, me di cuenta de que naturalmente estás mejor solo, no me refiero a que seas solitario, sino que mi compañía es grata cuando estás reflexivo, como podrás ver, soy buen observador, he estado bien, tranquilo. Me decías que te sentías triste, ¿Que ocurrió? Entiendo que no quieras discutir como lo hemos venido haciendo, tranquilo, del diálogo sie