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Mostrando entradas de junio, 2019

Las nubes lloran.

Últimamente no es sencillo lidiar  con las memorias; ya no sé que es sueño, ya no sé que es real. No es sencillo revivir sentimientos; como el de la primera bicicleta, como el del amor infantil. La vista se hace gorda, el paisaje rojo; los árboles gritan, las nubes lloran. El reloj no marca las horas; se estanca y no puedo dormir. Blu di cielo, Vasili Kandinski. 1940.

Recuerdos del Mar.

Me gustaría vivir internado en mi cerebro, especialmente donde se producen los sueños. Me gustaría convivir con aquellos entes oníricos que sólo se conciben por casualidad. Si los sueños son el reflejo del día             por qué difieren tanto de los míos. Realidad, no hay realidad,             no existe, no es clara. Siempre es un ayer, es un mañana. no encuentro el mar calmo, todo me recuerda aquella leve tormenta de hace unos años;             trayecto de Coche-Margarita. El aroma a humedad salada era lo único respirable,             la lluvia era la claridad, el grandísimo cuerpo marino temblaba             cual alma nerviosa. Las olas eran látigo de cólera,             el viento su director. La pequeña barca era solamente una mancha en la inmensidad, el pequeño corazón una dudosa cifra. Y mis infantes ojos             un espejismo en la tormenta. Mar tempestuoso, Ramón Marti Alsina. 1884.

Pensé.

Pensé que habías encontrado un confidente,  pensé que habías hallado una razón,  pensé que habías encontrado unos brazos donde descansar,  pensé que habías encontrado una  fuente de empatía,  pensé que habías dicho gracias .  Sólo no pensé,  que habías mirado otro jardín.  El niño del chaleco rojo, Paul Cezanne. 1889-1890.

Revolví las aguas.

Revolví las aguas para asegurar buena pesca pero me encontré con que había revuelto mis aguas mentales,  entonces quise hacer con ellas algo más que cotidiano pero me encontré con que había revuelto mis aguas mentales.

Cuestiones individuales.

Fragmento del poemario.  Ya casi cinco y aún se espera el sueño. El retrato inmóvil de la Nación se hace ciudad desolada y marchita, ya sin luz, ya esperando. Hablando de luz que ahora todo es costumbre, nadie nota que tomaron de juego la electricidad, nadie nota que tomaron de juego nuestras necesidades. El País sufre «repito», y no hay nada mucho que la personera común logre con su limitado campo de oportunidad, es que, han robado todo, han llegado hasta los rincones más inesperados de ellos. Ahora una subjetividad; es irónico, ver combinado el ímpetu pueril con la desgracia vehemente que carga nuestra Nación, quizás halla sido cosa del destino querer forjar con mano dura esta generación que pronto tiene que hacer, quizás un atino incierto, una aleatoriedad. No cabe duda de lamentaciones, quién sabe cuándo finalice la odisea, sólo queda mirar con ojos receptivos una alteración en la altitud. Aún se espera. Arte callejero.