El canto. Compuesto decadente de materia, cuya misión es explorar mapas manchados de dolor, entre gritos, mordidas y cortes, destinados a detallar blanca piel, pálida y ahora llena de pinceladas, ácidas y con meras razones resumidas en una palabra tan bella que me es difícil explorarla aquí, tal como ya es costumbre en esas noches plácidas, ruidosas y con una que otra jaqueca, gritos mudos y una taquicardia tan gentil y dulce como el brillo de la luna que se cuela por lo poco descubierto de mi ventana nocturna, mientras más tiempo pase, más preciosa luz lunar llega a mis comunes monólogos desesperados, que en ocasiones son detenidos por los áureos rayos solares del hermoso amanecer, que me cohíben del trémulo placer/dolor de una noche que se hace prístina y obra consumada en mis cavidades torácicas, no es arte, es un intento de tomar la tenue luz del saber, del saberme tal como antes, una mera ilusión, lo es y puedo reírme de aquellas banalidades hechas sensacio