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Dolor. Canto y Estética.

El canto.


Compuesto decadente de materia,
cuya misión es explorar mapas manchados
de dolor, entre gritos, mordidas y cortes,
destinados a detallar blanca piel, pálida y
ahora llena de pinceladas, ácidas y con meras
razones resumidas en una palabra tan bella que
me es difícil explorarla aquí, tal como ya es
costumbre en esas noches plácidas, ruidosas y
con una que otra jaqueca, gritos mudos y una
taquicardia tan gentil y dulce como el brillo de
la luna que se cuela por lo poco descubierto de
mi ventana nocturna, mientras más tiempo pase,
más preciosa luz lunar llega a mis comunes monólogos
desesperados, que en ocasiones son detenidos por los
áureos rayos solares del hermoso amanecer, que me
cohíben del trémulo placer/dolor de una noche que se
hace prístina y obra consumada en mis cavidades torácicas,
no es arte, es un intento de tomar la tenue luz del saber,
del saberme tal como antes, una mera ilusión, lo es y puedo
reírme de aquellas banalidades hechas sensaciones brutas
en manos lejanas de suaves, tan bellas y tan queridas por el
silencio nocturno, más horrible que el diurno, si somos subjetivos,
más no tan vacío como los ojos cristalizados que se componen
bajo una dieta de desequilibrio y pasión, no te entiendo, amigo,
vete ya y brinda en tu soledad, muy diferente a la mía, no trates de
convencerme de ser ese bullicio, veo silencio y quizás un mar de
susurros, un océano de querellas. Ven, paradigma incompleto antiguo,
te espero con emoción, o debería ser yo quien te busque (?


El interludio.

Bocanadas intensas y siempre
acaloradas sin cesar, de mis oídos
ventilan su vapor y de mi rostro se
hacen pintoras pues lo tiñen de rojo,
con pintura salvaje y llena de ira, la
calma se adelanta y huye, por qué huye.

Construcción inorgánica,
basada en gritos y en cantos
desesperados, sea cualquier
al azar, allá abierta yace la
memoria individual botando
recuerdos ansiosos y
generalmente autodestructivos?

Un compulsivo retrato hecho
palabras amargas vacila la percepción,
ignora las órdenes y se hace con el silencio
menos extremo y es perdida por poco la raíz
diminuta de cordura, sencilla pero sumamente
apreciada y mal vestida en olas de calor de 39Cº
que son coloridas llamas ardientes en una caldera
de duda e inconciencia, insensata, (in)dolora.


Su estética.

No es intenso, aunque es un dolor de cabeza
las venas se dilatan, la sangre corre como río,
como mar bravo, tal como la furia de los rayos,
la frente se empapa de calor, casi cuarenta, la cara
es manchada de rojo, la sangre es tanta que
es suficiente para sonrojarla, la garganta se cierra,
es un nudo, la hiel rebosa e intenta salir en vómito,
es un esfuerzo contenerlo, los ojos se cierran, no,
se apagan, sólo por momentos, se encierran en un
círculo negro, así es la visión, borrosa y temblorosa,
ni hablar del parpadeo, los sentidos todos se adormecen,
excepto el corazón, arranca en carrera y cada latido duele
como un golpe, es tan rápido que en ocasiones asusta, quita
el aliento, es como haber corrido, mucho más, como dije, las
venas se dilatan, empiezan a verse tan grandes y groseras
que se vuelven obscenas, tanto como la calma, la tormenta
aumenta, llega la ira como un relámpago, tan veloz y fulminante
que aniquila la serenidad, pero es aún peor porque la convierte
en una forma de analizar las cosas tan fría y tan extraña que casi
asusta, asusta como la carrera del corazón, también las piernas
tiemblan, tiemblan al igual que las manos, no es prudente tomar
las cosas, menos una taza de café o de aguamiel, se hace automático
verterla en el estómago, ya acostumbrado a las marcas y a las
sensaciones humeantes, ya por manos artistas o por puños autistas,
gritos que son mudos abundan, gritos sin voz y que duelen más aún
que los sonoros, porque no son las cuerdas vocales las que vibran,
sino el cuerpo mismo y el rostro en especial, vibra en dolor y las lágrimas
se secan por momentos, por un momento todo se detiene, hay unos
minutos de reposo, son silencio total, los latidos se adormecen, las
manos van llegando a la calma, pero luego la tormenta continúa,
las lágrimas caen, ahora duelen, los gritos se vuelven en murmullos,
el rostro retoma su calor, las manos se impacientan, buscan acariciar
el dolor, buscan un abrazo, ambos brazos se cruzan en el cuerpo,
son abrazos inconscientes, que son disparados por una psique
bastante moribunda, ahora el calor es un vaho helado, las marcas
duelen más en el recuerdo, porque el tiempo se hace largo, no es
como un momento, es más, queda desnuda a la suave luz nocturna
una mente adormecida y por el cansancio, silenciosa y un tanto
necesitada, puede ser, sí es intenso.

Self.


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