Aún después de tantísimas horas
mi cuerpo sigue llamándote con la misma llama veraniega.
Aún luego de los filtros
mentales, de la auto observación y la clara consciencia, tu rostro y cariño
doblan las paredes de mi memoria. Es más un sentimiento nictálope pero se hace
una tranquilidad tan celeste como diurna también, quizás halla sido una simple
querella intentar no pensarte.
El viento es enemigo de mis
claros sentidos al aletear entre la larga y profunda cabellera tuya, mi corazón
se funde allí. El purpúreo azul del cielo tardío me hace navegar en tu suave
mirada y casi sin arrebol que mis pensamientos se pierden, se pierden en busca
de una mínima manifestación de tu corazón. El bullicio «lo cito otra vez» se
hace una aguja en un pajar cuando tus palabras enmarcan el ambiente con un
rocío mañanero.
Veo tu nombre escrito en mis
jardines mentales, ellos son atravesados por callejuelas que se congregan en un
observatorio donde reposa la representación tuya: una flor de mil colores.
No te amo y aún así lo hago.
Sutil alegoría. |
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