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La costa y el mar (tú).

Soy un marinero allá
perdido dónde el mar
arrecia, allá donde las
rocas (dos pilares) se
ahogan golpeadas por las
olas y el (clamor) del mar,
inmenso en belleza que
me hipnotiza y me hace jadear,
pensar quizás en poder
tocar las aguas cristalinas
y nadar en la profundidad

Me gusta la costa, adónde pude
en dignidad de un príncipe observar
y detallar las rocas (dos pilares)
y la arena y sentir la felicidad en mi
pecho y el fuego en mis pies
por la arena hirviente, hermosa y blanca
en esta ocasión como la nieve aunque,
un poco tibia, ciertamente hermosa y
caliente, dónde podría sentarme o
arrodillarme o zambullirme y buscar
cada pequeño grano de arena, lamerlo
metafóricamente y tocarlo, acariciarlo y
sentirlo y ver cómo las olas dañan mi
búsqueda y humedecen consigo el arenal
y especialmente las rocas (dos pilares) marcadas
por el actuar del agua y dueñas de mis
miradas sedientas y desesperadas,
al ver cómo las gotas bajan y ensucian
(embellecen) el arenal y las rocas y me
hacen gritar y querer tumbarme a
tocar esos detalles, lamerlos y probarlos
hasta que dejen de saberme amargo y
salado y comiencen a saber dulce
quizás afrutado, por las querellas
que ocurren
en el acto rojo de pasión, escribo
al mar, océano inmenso e infinito
que brota
templado del centro del mundo

oh aquél centro del mundo! Que nace adentro
de tus divinas piernas y yace sobre ellas, el océano
que gotea y que sabe a ambrosía y a miel
espesa del corazón del panal de la abeja reina
que tú simbolizas y que a mí en mi dignidad
me complace de poder comer la miel y
el polen de la realeza, tú mi reina, que calor!







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